lunes, 6 de mayo de 2013

aporte de:Juan Guillermo Saldarriaga Ríos


EL SER HUMANO EN LA ADMINISTRACIÓN

Cuando se habla de procesos de gestión humana en nuestra región casi siempre y sin excepción se hace referencia a las diferentes teorías administrativas que de tanto en tanto aparecen y desaparecen en el escenario mundial y que pretenden aumentar la productividad de las empresas minimizando al máximo los recursos invertidos.  Sean consideradas modas administrativas o procesos serios de cambio de las organizaciones, todas inciden en la forma como las empresas administran y gestionan su talento humano, razón por la cual una revisión de ellas es necesaria e ineludible.  Pero más allá de ello, la base para establecer una perspectiva teórica que pueda dar cuenta de forma analítica de los procesos de administración del talento humano deberá establecerse en teóricos tanto clásicos como contemporáneos de la Sociología y la Administración, quienes desde sus múltiples perspectivas y visiones han contribuido al estudio de la organización y de todas las interacciones que en ella se dan.

 

Uno de estos autores es Mintzberg (1979), quien con su particular pensamiento neopragmático acerca de la Administración aporta una visión acerca de la importancia de la comunicación, que hasta ese momento pareciera haberse perdido de la escena administrativa.  Esta importancia de la comunicación es concebida tanto a nivel general como a la comunicación directa, verbal y particular en la organización como una estrategia necesaria y de uso esencial al momento de realizar la actividad administrativa y la gestión humana.  Aquí entonces, puede decirse que se concibe al ser humano como un ser del lenguaje, por medio del cual se inscribe en la cultura y con el que es posible instruirlo para las acciones que debe desempeñar en la organización.

 

En un sentido parecido al de Mintzberg en el aspecto pragmático, pero con marcadas diferencias en la concepción del hombre, se encuentran los postulados de la Administración tradicional, los cuales vienen desde Taylor y Fayol se han centrado en el hombre – cosa, despersonalizando las relaciones de trabajo y circunscribiendo la Gestión humana a lo que puede denominarse, en términos de Bedard (2003) “Gestión de Personal”.  Dicha gestión se centra en los procesos que van desde la selección hasta la desvinculación laboral y en los cuales parece no existir ningún tipo de humanización de la organización.  Según Klisberg (1995) esto lo que hace es mirar al hombre dentro de la organización desde una óptica puramente mecanicista y lo ubica solamente como un medio o una herramienta que sirve a los fines productivos y que puede ser descartado en cualquier momento.  El hombre es sólo y únicamente un recurso para la producción.

 

En época contemporánea  a la de Taylor y Fayol se encuentran los postulados de Weber (1993), quien con su particular visión de la sociedad, aportó al campo administrativo postulados en los cuales el tipo puro ideal de sociedad y de organización era aquella de carácter burocrático y una de las principales características existentes en las sociedades y organizaciones era  la orientación de la acción social[1] de los individuos y la racionalización de la organización social.  Esta característica (desde la Sociología Comprensiva de Weber), supone unos principios, reglas y normas compartidas por todos y de obligatorio cumplimiento.  Al trasladar al campo administrativo y a la Gestión humana la concepción de la burocracia de Weber, se evidencia la posibilidad de implementar una estrategia de gestión que permite legitimar el control sobre los empleados y este control, según Perrow (1991) se convierte en el fundamento de la eficiencia organizativa.

 

Por su parte Chiavenato (2002) define la gestión del recurso humano como: “El conjunto de políticas y prácticas necesarias para dirigir los aspectos de los cargos gerenciales relacionados con las “personas” o recursos humanos, incluidos reclutamiento, selección, capacitación, recompensas, y evaluación de desempeño”.  En este mismo sentido, García y Casanueva (1999), más que en la Gestión Humana se centran en la Gestión de Recursos Humanos y afirman que ésta es el conjunto de prácticas, técnicas y políticas que buscan la integración y la dirección de los empleados en la organización de forma que éstos desempeñen sus tareas de forma eficaz y eficiente y que la empresa consiga sus objetivos. Esta concepción (por demás reduccionista) de la gestión humana es ampliamente compartida por los Administradores y contribuye a centrar su atención en las personas como un recurso renovable, descartable y puntual dentro de la organización.  Además de centrarse en el ser humano como un recurso, estos autores (al igual que muchos otros en diferentes épocas) introducen en el escenario administrativo una serie de pasos que deben seguirse de manera ordenada, coherente y lógica para asegurar el éxito de la gestión y desarrollar una estrategia de recursos humanos cuya pretensión es la tendencia a la generalización y la aplicabilidad en cualquier organización.

 

En Colombia Calderón, Álvarez y Naranjo (2006) realizan un aporte en cuanto a los retos, tendencias y perspectivas de investigación en la Gestión humana y determinan que, aunque la visión de la gestión humana sigue considerándose como reduccionista y se centra en las prácticas y sus resultados en la organización, ésta va mas allá de la instrumentalización y cosificación del ser humano, lo que la convierte en un fenómeno complejo, en el que se conjugan, al menos siete factores que inciden en su concepción, filosofía y prácticas, ellos son:  1) Características socio-político-económicas del momento histórico, 2) Concepción dominante sobre el ser humano, 3) Formas de organización del trabajo, 4) Concepción del trabajo, 5) Relaciones laborales, 6) Mercado laboral y 7) Las teorías de gestión dominantes.  Esta concepción aporta un espectro mucho más amplio de lo que es la Gestión humana y por ende, de los aspectos que deben tenerse en cuenta en el momento de realizarla.   Aquí se visiona un hombre que se encuentra inmerso en un momento histórico específico y en una organización con particularidades que la hacen diferente de las otras, pero que debe ser abordado de manera integral.

Desde esta misma perspectiva, Marín Idárraga (2006), rescata la necesidad de realizar una gestión humana y administrativa conducente a atenuar la naturaleza instrumental que a lo largo de los años ha acompañado a la Administración y que comprenda al hombre desde una visión multiforme y compleja, donde se reconozca al sujeto humano dentro de la organización y la gestión humana no sea entonces la aplicación de contenidos vacíos de sentido y significado, sino una real comprensión del papel del ser humano en la organización.  Estos postulados cobran sentido también para Aktouf (1998) cuando afirma que la Administración debe dejar de ser tan mecanicista como lo ha sido y de considerar al ser humano como una máquina, pues el ser humano por su naturaleza misma, tiene siempre presente la necesidad de sentirse involucrado e implicado en lo que hace.  Esto es, el ser humano es siempre un ser que necesita establecer un lazo psicológico con la actividad que desempeña, necesita ser reconocido y valorado como un ser integral y no simplemente como un engranaje más dentro del proceso de producción.

 

Estas y otras concepciones de la gestión humana y del ser humano en la organización, determinan las tendencias, perspectivas y acciones que se implementan cotidianamente en todas las empresas para realizar la administración efectiva y eficiente del personal en las empresas y organizaciones.



[1] Cuando se habla de “Acción Social” en el sentido weberiano, se está haciendo referencia a “una conducta humana, franca o no, a la que el individuo actuante le atribuye un sentido subjetivo”, es decir, es una conducta que implica sentido e intencionalidad para el actor mismo y que al ser objetivada en las relaciones sociales adquiere sentido y significación para los otros.  Una ampliación de este concepto puede ser consultada en Timasheff, N. (1961).

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